miércoles, 24 de febrero de 2010

Marianne...I




Yo era la madame de una casa de prostitución literaria; la madame de un grupo de escritores hambrientos que producían relatos eróticos para vendérselos a un «coleccionista». Fui la primera en escribir, y todos los días entregaba mi trabajo a una joven para que lo mecanografiara en limpio.
Esta joven, Marianne, era pintora, y por las noches escribía a máquina para ganarse la vida. Su cabello era un halo dorado, tenía ojos azules, cara redonda y senos firmes y turgentes, pero acostumbraba a disimular la opulencia de su cuerpo, en vez de ponerla de manifiesto, a disfrazarse con deformados atuendos bohemios, chaquetas anchas, faldas de colegiala e impermeables. Procedía de una pequeña ciudad. Había leído a Proust, Krafft-Ebing, Marx y Freud.
Y, claro está, había tenido muchas aventuras sexuales, pero existen aventuras en las que el cuerpo no participa en realidad. Se estaba decepcionando a sí misma. Creía que, como se había acostado con hombres, los había acariciado y había hecho todos los gestos prescritos, poseía experiencia de la vida sexual.
Pero todo eso era externo. En efecto, su cuerpo había sido insensibilizado, deformado, se le había impedido madurar. Nada la había afectado profundamente. Era todavía virgen. Lo noté apenas entré en la habitación. De la misma forma que un soldado se niega a admitir que tiene miedo, Marianne no quería admitir que era fría, frígida. Pero se estaba psicoanalizando.
No podía dejar de preguntarme en qué medida la afectarían los relatos eróticos que le entregaba para mecanografiar. Junto con la intrepidez intelectual y la curiosidad, había en ella un pudor físico que luchaba por no revelar, pero que descubrí accidentalmente al enterarme de que nunca había tomado desnuda un baño de sol, y que la simple idea de hacerlo la intimidaba.
Lo que recordaba de manera más obsesiva era una noche con un hombre al que ella no había respondido, pero que en el momento de abandonar el estudio, la había apretado contra la pared, le había levantado una pierna y la había penetrado. Lo extraño del caso es que en aquel momento, no había sentido nada, pero cada vez que recordaba la escena, se ponía ardiente e inquieta. Se le aflojaban las piernas y lo hubiera dado todo por volver a sentir aquel cuerpo pesado presionando contra el suyo, ciñéndola contra la pared, impidiéndole escapar y, por último, tomándola.
Un día se retrasó en la entrega del trabajo. Fui a su estudio y llamé a la puerta. No respondió nadie. Empujé la puerta y se abrió. Marianne debía haber salido a algún recado.
Me dirigí a la máquina de escribir para comprobar cómo iba el trabajo y vi un texto que no reconocí. Pensé que tal vez estaba empezando a olvidarme de lo que escribía. Pero eso era imposible. No era un escrito mío. Empecé a leer, y entonces comprendí.

Lilith




Lilith era sexualmente fría y pese a sus fingimientos su marido lo sospechaba. Tal situación dio lugar al siguiente incidente. Lilith nunca tomaba azúcar, por no engordar, y empleaba un sucedáneo: unas minúsculas pildoras blancas que siempre llevaba en el bolso. Un día se quedó sin ellas y pidió a su marido que se las comprara de regreso a casa. Le compró un tubito como el que le había
pedido, y se echó dos pildoras en el café después de cenar.
Estaban sentados juntos, y él la miraba con una expresión de madura tolerancia, que a menudo adoptaba frente a sus explosiones nerviosas, a sus crisis de egoísmo, de autorreproches o de pánico. A todo su dramático comportamiento, el marido respondía con inalterable buen humor y con paciencia. Ella rabiaba sola, se enfadaba sola y sola soportaba grandes trastornos emocionales en los que su esposo no tomaba parte.
Posiblemente, ésas eran otras tantas manifestaciones de la tensión que faltaba entre ellos en el ámbito sexual. El marido rechazaba todos los primarios y violentos desafíos y hostilidades de Lilith; se negaba a entrar en su terreno emocional y a responder a su necesidad de celos, temores y batallas.
Tal vez si hubiera aceptado sus desafíos y jugado los juegos que a ella le agradaban, Lilith hubiera acusado con mayor impacto físico la presencia de su marido. Pero éste no conocía los preludios del deseo sensual ni los estimulantes que ciertas naturalezas salvajes precisan, y así, en lugar de responderle en cuanto veía que se le ponían los pelos de punta, el rostro más vivido, los ojos relampagueantes y el cuerpo electrizado, inquieto como el de un caballo de carreras, se replegaba tras aquel muro de comprensión objetiva, tras aquella amable burla y aceptación, como quien observa un animal en el zoo y sonríe a sus cabriolas, pero no se siente afectado por su estado de ánimo. Era esto lo que dejaba a Lilith completamente aislada, igual que un animal salvaje en un desierto inhóspito.
Cuando le daba un acceso de furia y su temperatura aumentaba, el marido se esfumaba. Era como una especie de cielo suave que la mirase desde la altura, esperando que la tormenta pasara por sí sola. Si él hubiera aparecido al otro extremo de aquel desierto, como si fuera otro animal salvaje, y se hubiera enfrentado a ella con la misma tensión electrizante de pelo, piel y ojos, si hubiera aparecido con el mismo cuerpo salvaje, pisando fuerte y esperando el menor pretexto para saltar, abrazarla con furia, sentir la calidez y la fuerza de su oponente, ambos hubieran podido rodar juntos, y las mordeduras habrían
podido ser otras, el ataque se habría transformado en abrazo y los tirones de pelo habrían acabado por unir sus bocas, sus dientes, sus lenguas. Llevados por la furia, sus genitales habrían entrado en contacto, encendiendo chispas, y ambos cuerpos se hubieran penetrado mutuamente como final de tan formidable tensión.
Desde aquel momento, sin embargo Lilith se obsesionó con la idea de que debía haber formas de excitarse artificialmente. Probó todos los métodos de que oyó hablar. Se bebió tazones de chocolate con gran cantidad de vainilla. Comió cebollas. El alcohol no la afectó en la misma medida que a otras personas, porque se mantenía siempre en guardia. No podía olvidarse de sí misma.
Oyó hablar de unas bolitas que se usaban como afrodisíaco en la
India. Pero ¿cómo conseguirlas? ¿Dónde pedirlas? Las hindúes se las insertaban en la vagina.
Estaban hechas de algún tipo de goma suave, con una superficie fina, semejante a la piel. Al ser introducidas en el sexo, se amoldaban a la forma de éste y se movían a la vez que la mujer, adaptándose sensiblemente a todos los movimientos de los músculos y provocando una excitación mucho más intensa que la del pene o del dedo. A Lilita le hubiera gustado encontrar una bola de ésas y llevarla dentro día y noche.
FIN

Marianne...


Mediando su trabajo, Marianne se había sentido poseída por el deseo de relatar sus propias experiencias. Y esto es lo que escribió:
"Hay cosas que, cuando las lees, te hacen comprender que no has vivido en absoluto, que no has sentido ni experimentado nada hasta el momento. Ahora veo que la mayor parte de las cosas que me han sucedido eran de carácter clínico, anatómico. Había unos sexos que se tocaban, se confundían, pero sin chispa, sin furia sin sensaciones.
¿Cómo puedo alcanzar el placer? ¿Cómo puedo empezar a sentir, a sentir? Quiero enamorarme de tal forma, que la mera visión de un hombre, incluso a una manzana de distancia, me conmueva y me penetre, me debilite y me haga temblar, aflojarme y derretirme entre las piernas. Así es como quiero yo enamorarme; tan fuerte que el simple hecho de pensar en el amado me produzca un orgasmo.
Esta mañana, mientras estaba pintando, llamaron muy suavemente a la puerta. Fui a abrir, era un joven más bien apuesto, pero tímido y azorado, que al momento me gustó.
Se deslizó en el taller y no miró en torno, sino que mantuvo sus ojos clavados en mí, como suplicantes, y dijo:
–Me envía un amigo suyo. Usted es pintora y quisiera encargarle un trabajo. Me pregunto si usted... ¿Querría usted? Sus palabras quedaron ahogadas y se ruborizó. Era como una mujer.
–Pase y siéntese –le invité, pensando que eso le haría sentirse cómodo.
Entonces vio mis pinturas, que son abstractas.
–Pero usted puede pintar una figura realista, ¿no? –preguntó.
–Desde luego que puedo.
Le mostré mis dibujos.
–Son muy vigorosos –observó, cayendo en un trance de admiración por uno que representaba a un musculoso atleta.
–¿Quiere usted un retrato suyo?
–Bueno, sí; sí y no. Quiero un retrato. Pero se trata de un tipo de retrato poco usual. Yo no sé si usted accederá...
–Acceder ¿a qué?
–Bueno –balbució por fin–. ¿Querría usted hacerme un retrato de este tipo? –y señaló al atleta desnudo.
Esperó alguna reacción por mi parte. Me había acostumbrado tanto a la desnudez masculina en la escuela de arte, que me sonreí ante su timidez. Aunque no fuera lo mismo tener un modelo desnudo que pagaba al artista por dibujarlo, yo no creía que hubiera nada de extravagante en su petición. Esta era mi opinión, y así se lo dije.
Mientras tanto, con el derecho de observación que se reconoce a los pintores, estudié sus ojos violeta, el suave y dorado vello de sus manos y el fino cabello sobre sus orejas. Tenía un aspecto de fauno y un carácter femeninamente evasivo que me atrajeron.
A pesar de su timidez, parecía sano y más bien aristocrático. Sus manos eran suaves y flexibles y sabía comportarse. Mostré un cierto entusiasmo profesional que pareció deleitarle y animarle.
–¿Quiere usted que empecemos ya? –preguntó–. Llevo algo de dinero. Puedo traer el resto mañana.
Le señalé el rincón de la habitación donde estaba el biombo que ocultaba mi ropa y el lavabo. Pero volvió hacia mí sus ojos y dijo inocentemente:
–¿Puedo desnudarme aquí?
Me sentí ligeramente incómoda, pero accedí. Me ocupé buscando papel de dibujo, moviendo una silla y sacando punta al carboncillo. Me pareció que se desnudaba con una lentitud fuera de lo normal, como si esperara que le prestase atención. Le miré atrevidamente, como si estuviera empezando a estudiarlo, carboncillo en mano.
Se desvestía con sorprendente premeditación, como si se tratara de una tarea especial, un ritual. En un momento dado, me miró a los ojos y sonrió, mostrando sus dientes finos y regulares. Su cutis era tan delicado que recibió la luz que penetraba por el gran ventanal y la retuvo como si fuera un tejido de raso.
En ese momento, el carboncillo cobró vida en mi mano, y pensé que sería un placer dibujar a aquel joven, casi tanto como acariciarlo.
Se había quitado la chaqueta, la camisa, los zapatos y los calcetines; le quedaban sólo los pantalones. Se los sostenía como si estuviera haciendo strip-tease, mirándome todavía. Yo no lograba interpretar el fulgor de placer que animaba su cara.
Entonces se inclinó se desabrochó el cinturón, y los pantalones se le deslizaron. Permaneció completamente desnudo ante mí y en el más obvio estado de excitación sexual. Cuando me hube percatado de ello hubo un momento de suspense. Si protestaba, perdería mis honorarios, que tanto precisaba.
Traté de leer en sus ojos. Parecía decir: "No te enfades. Perdóname."Así pues, opté por dibujarlo. Era una extraña experiencia. Mientras dibujaba la cabeza, el cuello y los brazos, todo iba bien

Cualquier forma de amor que encuentres, vívelo. Libre o no libre, casado o soltero, heterosexual u homosexual, son aspectos que varían de cada persona. Hay quienes son más expansivos, capaces de varios amores. No creo que exista una única respuesta para todo el mundo.
Anais Nin

… En el fondo, todas las mujeres son putas

y quieren que se las trate como putas…

¡Mezclado con un poco de adoración!"

Anaïs Nin

martes, 23 de febrero de 2010

Erótica




Tu placer es lento y duro
viene de lejos
retumba en las entrañas
como las sordas
sacudidas de un volcán
dormido hace siglos bajo la tierra
y sonámbulo todavía

Como las lentas evoluciones de una esfera
en perpetuo e imperceptible movimiento
Ruge al despertar
despide espuma
arranca a los animales de sus cuevas
arrastra un lodo antiguo
y sacude las raíces

Tu placer
lentamente asciende
envuelto en el vaho del magma primigenio
y hay plumas de pájaros rotos en tu pelo
y muge la garganta de un terrón
extraído del fondo
como una piedra.

Tu placer, animal escaso.

Táctica y estrategia


Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

Una mujer desnuda y en lo oscuro


Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.

AMOR DE TARDE



Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme “¿Qué tal?” y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.

Hay muy buenas protecciones contra la tentación, pero la más segura es la cobardía.

El amor incorrecto lo es ahora, lo es hoy y lo será mañana….tan solo queda respirar profundamente y esperar que esta vez no seamos nosotros los heridos.

jueves, 18 de febrero de 2010


La única anormalidad es la incapacidad de amar.
Anaís Nin

miércoles, 17 de febrero de 2010

No te salves



No te quedes inmóvil
al borde del camino,
no congeles el júbilo,
no quieras con desgana,
no te salves ahora
ni nunca, no te salves.
No te llenes de calma,
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo,
no dejes caer los párpados,
pesados como juicios,
no te quedes sin labios,
no te duermas sin sueño,
no te pienses sin sangre,
no te juzgues sin tiempo.

Pero si pese a todo no puedes
evitarlo y congelas el júbilo,
y quieres con desgana,
y te salvas ahora y te llenas de calma,
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo,
y dejas caer los párpados
pesados como juicios,
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño,
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo,
y te quedas inmóvil
al borde del camino,
y te salvas...
Entonces...
no te quedes conmigo.


“Anoche inventé un nuevo placer, y cuando lo iba a disfrutar por vez primera, llegaron violentamente a mi casa un ángel y un demonio. Entraron en mi puerta y disputaron acerca de mi nuevo placer. Uno gritaba: ¡es un pecado!; y el otro decía: ¡es una virtud!”
Khalil Gibran

martes, 16 de febrero de 2010



Viviré de tu amor, mi alimento serán nuestros besos, mi aire cada caricia de tus manos, mi energía la mirada de tus ojos, mi dormir será dormir a tu lado.

lunes, 15 de febrero de 2010

Recorriéndote



Quiero morder tu carne,

salada y fuerte,

empezar por tus brazos hermosos

como ramas de ceibo,

seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños

ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza

hurgando la ternura,

ese pecho que suena a tambores y vida continuada.

Quedarme allí un rato largo

enredando mis manos

en ese bosquecito de arbustos que te crece

suave y negro bajo mi piel desnuda

seguir después hacia tu ombligo

hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,

irte besando, mordiendo,

hasta llegar allí

a ese lugarcito

-apretado y secreto-

que se alegra ante mi presencia

que se adelanta a recibirme

y viene a mí

en toda su dureza de macho enardecido.

Bajar luego a tus piernas

firmes como tus convicciones guerrilleras,

esas piernas donde tu estatura se asienta

con las que vienes a mí

con las que me sostienes,

las que enredas en la noche entre las mías

blandas y femeninas.

Besar tus pies, amor,

que tanto tienen aun que recorrer sin mí

y volver a escalarte

hasta apretar tu boca con la mía,

hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento

hasta que entres en mí

con la fuerza de la marea

y me invadas con tu ir y venir

de mar furioso

y quedemos los dos tendidos y sudados

en la arena de las sábanas


Gioconda Belli

Se deja de querer


Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer;
es como abrir la mano y encontrarla vacía
y no saber de pronto qué cosa se nos fue.

Se deja de querer...
y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed,
como andar en otoño sobre las hojas secas
y pisar la hoja verde que no debió caer.

Se deja de querer...
Y es como el ciego que aún dice adiós llorando
después que pasó el tren,
o como quien despierta recordando un camino
pero ya sólo sabe que regresó por él.

Se deja de querer...
como quien deja de andar una calle sin razón, sin saber,
y es hallar un diamante brillando en el rocío
y que ya al recogerlo se evapore también.

Se deja de querer...
y es como un viaje detenido en las sombras
sin seguir ni volver,
y es cortar una rosa para adornar la mesa
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.

Se deja de querer...
y es como un niño que ve cómo naufragan sus barcos de papel,
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.

Se deja de querer...
y es como un libro que aún abierto hoja a hoja quedó a medio leer,
y es como la sortija que se quitó del dedo
y solo así supimos... que se marcó en la piel.

Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer.

(José Ángel Buesa).

“Tres poemas de amor y sexo”


I
Óyeme que me canso de tantos miramientos.
Yo quiero desnudarte de pretextos inútiles,
erizarte la piel
y quitarte la ropa,
arrancártela a besos
y descender con ella por tu vientre y tus muslos
y dejarla caer
como el telón señala, a público y a actores,
el final del teatro.

II
Yo la amaba, pero ella amaba a un hombre
que amaba a otra mujer
quien a su vez tampoco era capaz de amarle.
Lejos de separarnos,
la vida nos unía de esta manera
aún más estrechamente:
el amor circulaba entre todos nosotros,
pasaba como un rayo desde un cuerpo a otro cuerpo,
saltaba echando chispas de pasión compartida
de unos labios a otros
sin que llegase a ser de nadie.

III
Lo que quiero que dure
no es el paso del tiempo entre los dos
ni es el acostumbrarse a compartir la vida,
lo que quiero que dure es tu abandono,
el momento del éxtasis,
ese punto de fuga del orgasmo
que es cuando te alejas más de mí.


(Pedro Molina Temboury).

Se miran, se presienten




Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden, y se entregan.
Oliverio Girondo.

domingo, 14 de febrero de 2010

Comer tu boca


Que como hago para no extrañarte
No hago nada, nene, yo te extraño,
Despierto a las mañanas buscando,
Tu carne.

Que como hago para aguantarme
Por lo pronto, nene, yo te aclaro
No seria capas de matarme
No, no.

PERO…PIENSO, PIENSO, PIENSO,
PIENSO, PIENSO, PIENSO, PIENSO.

Pienso en el momento
De comer tu boca
Y todo este tiempo
Toda espera me parece poca

Que como hago para no extrañarte
No hago nada, nene, yo te extraño,
Despierto a las mañanas buscando
Tu carne

Que como hago para aguantarme
Por lo pronto, nene, yo te aclaro
No seria capas de matarme
No, no

PERO…PIENSO, PIENSO, PIENSO,
PIENSO, PIENSO, PIENSO, PIENSO.

Pienso en el momento
De comer tu boca
Y todo este tiempo
Toda espera me parece poca

Pienso en el momento
De comer tu boca
Y todo este tiempo
Toda espera me parece poca

Pienso en el momento
De comer tu boca
Y todo este tiempo
Toda espera me parece poca

jueves, 11 de febrero de 2010


Un hombre quiere ser el primer amor de su amada. Una mujer quiere que su amado sea su último amor.


Sabes que estás enamorado cuando no quieres dormir por la noche, porque tu vida real supera a tus sueños.

Posando mis labios tiernamente sobre tu piel, recorriendo dulcemente tu calor, sintiendo poco a poco la fuerza salvaje de tu pasión, enamorados de nuestros cuerpos

Querer a alguien que no te quiere es como intentar volar con un ala rota.

Por ti mis lagrimas salen a ver tu hermosura, mis manos no resisten el tacto de tu sensual piel, mis labios se enamoran de tu boca de pecado y por ti yo muero .

Pienso y temo despertar sin ti, te sueño y temo que se acabe el sueño, te beso y temo que al acabar no sean tus labios los que beso, te deseo y temo que no seas tu quien me deseas a mi...te amo pero temo no encontrar tu amor.

Paz, respiro paz por tenerte y disfrutar de tu presencia, con tus silencios como aliados y sus miradas como espejos... dame paz, dame de ti.

Las mujeres pueden fingir un orgasmo, pero los hombres pueden fingir una relación entera"
Sharon Stone

“El sexo forma parte de la naturaleza. Y yo me llevo de maravilla con la naturaleza”.
Marilyn Monroe


“Masturbarse es hacerle el amor a la persona que uno más quiere”
Woody Allen(

La sensualidad sin amor es pecado; el amor sin sensualidad es peor que pecado.

José Bergamín

Me seducen....


"Me seducen las mentes, me seduce la inteligencia, me seduce una cara y un cuerpo cuando veo a una mente que los mueve y que vale la pena conocer. Conocer, poseer, dominar, admirar. La mente Hache. Yo hago el amor con las mentes".

Martín (Hache) de Adolfo Aristaráin.

Sentirse amada, deseada, una diosa........ ¿hay algo más hermoso?

aquí...


Y sigo aquí...
amándote ausente
aunque dentro de mí
estés tan presente.

Pasión peligrosa
que te condena.

Eso es lo que siento
cuando te pienso...

Pensando en vos


Nunca te olvides ni un segundo
Que tú eres todo en éste mundo
Como es grande mi amor por tí

miércoles, 10 de febrero de 2010


Marilyn un hada erotica por demas, para nunca olvidar ,creo mas de una ha copiado un gesto de marilyn pero como ella ninguna

martes, 9 de febrero de 2010


"Cualquier dia, cualquier hora, en cualquier lugar
Nos vemos tu y yo para hablar amor." aqui esperandote....

sexy y erotica


Que la ropa interior te erotiza ni que lo digan,erotiza y mucho la texturas los colores ......

Con ganas de jugar.....Ven aqui te espero

Desnuda


esperando que vengas ......